miércoles, 3 de agosto de 2016

La Lección del Fracaso


Si, es cierto, siempre aspiramos hacia el triunfo, pero a veces... Fracasamos.

Y no es que nos persiga el destino o se cumpla una maldición, ose cierna sobre nosotros un terrible castigo, simplemente, eso, fracasamos.

En el amor, en el negocio, en el juego... podemos fracasar. Porque eso es parte del aprendizaje de nuestra existencia, de nuestra diaria sorpresa de vivir. No poder lograr lo que deseábamos, no cuajar aquel proyecto, sentir que se nos va esa oportunidad.

¡Bendito sea el fracaso!

Pero no el permanente y desalentador, sino el que nos sirve para ver más alto, pensar más hondo, sentir más claro. Bendito el fracaso que nos da la oportunidad de sentirnos más humanos, más humildes, más cercanos a la sencillez necesaria de los grandes que en el mundo han sido.

Fracasaron muchos antes que nosotros. Fracasó Leonardo Da Vinci: No pudo construir un aeroplano... Fracasó Dante, no logró conquistar a Beatriz, Fracasó también Cristóbal Colón, regreso a España cargado de cadenas y la tierra que descubrió lleva otro nombre... También fracasó Beethoven. Su Novena Sinfonía la compuso casi en la miseria y jamás la escuchó, ya estaba totalmente sordo.

Pero todos esos fracasos fueron aparentes. Porque dejaron la semilla de un triunfo maravilloso sobre el tiempo y el espacio. Gracias a ellos floreció la verdad, al paso de los años.

Esa lección del fracaso. Cuando se enfrenta uno con sinceridad a él, florece en beneficios de experiencia, fortaleza y energía nueva e inagotable. Los grandes fracasos de la historia son deslumbrantes.

Aprendamos de ellos. Nuestros "fracasos" cotidianos pueden ser no sombras llorosas, sino chispas de verdadera luz.