martes, 18 de diciembre de 2012

Un viejo amigo


Ayer nos encontramos después de 25 años de andar por aquí y por allá. Su adolescencia de aquellos años, ahora es madurez. Mi juventud de entonces ahora es comprensión. En su mano extendida, en su abrazo cordial, un gran afecto. En mi recuerdo fiel, en mi sentimiento de hoy, lo mismo.

Extraña dimensión del tiempo. Rara manera de comprobar que uno es el mismo a pesar de todas las diferencias. Se pasan por alto penas, distracciones, necesidades y esperanzas. Y se regresa a aquello que se vivió de niño, a aquello que yace en el fondo del subconsciente quizá, como manantial inagotable de luz viva, de confianza cierta, de amor ajeno a toda pasión desequilibrante.

Parece que la vida es algo serio, pero si no la vive uno con una buena sonrisa, se convierte en algo trágico. "Estas igual..." "Hombre, casi no has cambiado nada..." Y otras cosas que sabemos piadosamente son mentiras, brotan en la charla.

No estamos igual. No somos los mismo. Es cierto que en el fondo, el efecto es permanente. El contenido es idéntico, pero... el continente, no. Hemos cambiado ya varias veces de células totales, hemos sufrido la conmoción de días y noches perdidas, la miseria de horas muertas, la angustia de minutos cruciales. Y nosotros, vamos aquí, diciéndonos, que estamos igual.

No, amigo mío. Somos en espíritu, la permanencia pura. Pero en espacio y tiempo, no. Hemos cambiado mucho. Se nos ha acumulado lloviznas de soledad, nieblas de olvido, tempestades de amores y amarguras. Y eso, nos ha hecho cambiar esa fachada que conocemos por rostro, esa apariencia que llamamos cuerpo, esa actitud a la que llamamos vida.

Nuestro encuentro despierta la ilusión de no hacerlo, de haber detenido el tiempo, de querer comprobar que todo está igual, y sin embargo...

Las cosas tienen que ser así. Inútil que digamos palabras y palabras. Hemos cambiado todos, porque es el destino de la existencia misma. El cambio es requisito, es ley, es herencia y destino. Lo que sí es admirable es que nuestra permanencia en el afecto, viva aún su momento verdad. Porque si nos vamos desmoronando lenta y armoniosamente, no nos destruiremos espiritualmente igual. Nos deben salvar el amor, la amistad, el afecto sencillo y verdadero.



El Supermercado de la Muerte
Ya hubo hace tiempo, una película italiana que causó un impacto tremendo por lo que relataba sobre los médicos indignos. Esta película "La mafia blanca", expuso al gran público lo que la medicina podría ser, lo que es en muchísimos casos: un desalmado y cruel supermercado de la muerte.

Hay médicos y médicos. Ni duda cabe. Pero ay de nosotros si caemos en las manos de quienes hacen de la profesión una oportunidad para juntar millones, en vez de solucionar problemas. Seremos simples moscas atrapadas en la red pegajosa del interés multiplicado.

Hay otra película reciente, que describe cómo en los hospitales se aprovecha al enfermo para convertirlo en simple conejillo de indias: "Coma..." Película aterradora que nos descorre una vez más la cortina que oculta los intereses bastardos, las intenciones miserables, los proyectos malignos.

Y el médico, como ser humano, pasa una vez más al banquillo de los acusados. Aunque sea una simple novela, resulta desesperante imaginarla como realidad.

Es cierto que el supermercado de la muerte ya tiene sus ofertas y promociones propias. Es cierto que la salud en ocasiones desaparece como objetivo y es sustituida por el fantasma de la riqueza. Y es cierto que muchas cosas que nos costarían centavos en realidad, dentro del campo de los consultorios, de las farmacias y de los hospitales, nos salen costando miles de pesos.

Porque curar ha perdido su sentido original: Cuidar, porque hay médicos que al descubrir una seria enfermedad, hacen cálculos de cuánto puede dejarles el enfermo. Y porque, lamentablemente, somos humanos. Y la tentación de una jugosa operación en vez de un tratamiento adecuado, es demasiado atractiva.

Hay médicos también que hacen de su profesión un diario apostolado de digna admiración. A quien puede, le cobran lo justo. A quien no tiene le dispensan la cuota y hasta le regalan medicinas. Estos médicos ennoblecen su profesión silenciosa y cristianamente. Y siempre a su tiempo se les encuentra y se les reconoce.

Para los otros, que esperamos siempre sean pocos, para los que atienden encantados el gran supermercado de la muerte, nuestro rechazo, nuestra reprobación.

Porque han convertido su juramento de Hipócrates -si es que algún día lo hicieron- en pretexto para transformar miserablemente los microbios en monedas.

Desdichado y maldito el bisturí en vez de abrir una rendija de esperanza  sólo abre, despiadado y consciente, una feliz cuenta bancaria.


La Naturalidad

Nadie le concede crédito de virtud, nadie le ha dado título de disciplina, a nadie se le ha ocurrido hacerla parte de una profesión humana. Diríamos que es como el agua, que debe estar en todas parte, pero solo se nota que existe, cuando falta. Es, amigos nuestros, la naturalidad.

Podemos pensar que es una forma de vivir, de acuerdo a lo acostumbrado por las leyes del cosmos. La naturalidad no encierra otro prodigio que el de acompañarnos en el equilibrio, ayudarnos en la vida diaria y auxiliarnos con su viento de frescura en los momentos de confusión y caos.

Hace siglos, un filósofo chino, Chuang Tsé, escribió esta pequeña fábula: "Qué entiendes (preguntó el espíritu del río) por lo natural y lo artificial...? Los caballos y los bueyes, contestó el espíritu del océano, tiene cuatro patas. Eso es natural. Pon un cabestro sobre la cabeza de un caballo o asa una cuerda por la nariz de un toro, eso es superficial". Por lo tanto se ha dicho: "No dejes que lo artificial se sobreponga a lo natural. No dejes que el deseo se sobreponga a lo natural. No dejes que la virtud se sacrifique a la fama". Observa estos preceptos con naturalidad y sin temor al fraca so, serás guiado ala verdad".

Palabras del sabio Chuang Tsé que transparentan su anhelo de autenticidad.

Porque ser natural es buscar lo que nos pertenece, sin pretensión alguna. Sin agregarnos el ropaje inútil, la palabra que sobra, la joya que distrae o el gesto que provoca desesperación en los demás. ¿Has visto y sentido cómo son el agua, el viento, el sol, el trino de un pájaro, el vuelo de una golondrina...? Son naturales. Ese es el secreto de su inmortalidad.

Lo artificial, lo postizo, lo agregado inútilmente, pasa pronto. Porque pretender ser verdad y son mentira. Hay cosas artificiales necesarias, que nos compensan una falla o un defecto. Esas, es natural que las usemos. Lo que no es natural es que hagamos de lo artificial un completo sistema de vida.

En la idea, en la palabra, en la acción, seamos naturales. Tratemos de serlo al menos, que ya es un principio de sinceridad. El arte es un trabajo estético válido, pero no lo es lo artificial. También hay obras de arte naturales, auténticas, humanamente valederas no artificiales.

Lo que no nos podemos permitir es vivir en el artificio, vivir de lo artificial, porque esconde la verdad, corroe el alma, debilita la mente y nos prepara a ser hombres o mujeres esclavos de la apariencia, madre insaciable de la vanidad y de la pequeñez de espíritu.

Un viejo amigo

Ayer nos encontramos después de 25 años de andar por aquí y por allá. Su adolescencia de aquellos años, ahora es madurez. Mi juventud de entonces ahora es comprensión. En su mano extendida, en su abrazo cordial, un gran afecto. En mi recuerdo fiel, en mi sentimiento de hoy, lo mismo.

Extraña dimensión del tiempo. Rara manera de comprobar que uno es el mismo a pesar de todas las diferencias. Se pasan por alto penas, distracciones, necesidades y esperanzas. Y se regresa a aquello que se vivió de niño, a aquello que yace en el fondo del subconsciente quizá, como manantial inagotable de luz viva, de confianza cierta, de amor ajeno a toda pasión desequilibrante.

Parece que la vida es algo serio, pero si no la vive uno con una buena sonrisa, se convierte en algo trágico. "Estas igual..." "Hombre, casi no has cambiado nada..." Y otras cosas que sabemos piadosamente son mentiras, brotan en la charla.

No estamos igual. No somos los mismo. Es cierto que en el fondo, el efecto es permanente. El contenido es idéntico, pero... el continente, no. Hemos cambiado ya varias veces de células totales, hemos sufrido la conmoción de días y noches perdidas, la miseria de horas muertas, la angustia de minutos cruciales. Y nosotros, vamos aquí, diciéndonos, que estamos igual.

No, amigo mío. Somos en espíritu, la permanencia pura. Pero en espacio y tiempo, no. Hemos cambiado mucho. Se nos ha acumulado lloviznas de soledad, nieblas de olvido, tempestades de amores y amarguras. Y eso, nos ha hecho cambiar esa fachada que conocemos por rostro, esa apariencia que llamamos cuerpo, esa actitud a la que llamamos vida.

Nuestro encuentro despierta la ilusión de no hacerlo, de haber detenido el tiempo, de querer comprobar que todo está igual, y sin embargo...

Las cosas tienen que ser así. Inútil que digamos palabras y palabras. Hemos cambiado todos, porque es el destino de la existencia misma. El cambio es requisito, es ley, es herencia y destino. Lo que sí es admirable es que nuestra permanencia en el afecto, viva aún su momento verdad. Porque si nos vamos desmoronando lenta y armoniosamente, no nos destruiremos espiritualmente igual. Nos deben salvar el amor, la amistad, el afecto sencillo y verdadero.



La Voz del Pueblo
Es incontenible, es esencial, es palpable.Porque la voz del pueblo nace aquí y allá y se une como un torrente incontenible de verdad elemental y primitiva.

Nos tranquiliza escucharla ahora. Nos da gusto comprobar que hay fe en lo que expresa. Firme y clara fe en que el trabajo y nada más que el trabajo, será una solución para la patria y para y para nuestros hogares. Esa misma voz del pueblo que no se aparta de la verdad, afirma su idea de confianza y de honda esperanza en el futuro. 

Todos los sociólogos del mundo no podrían aportar con sus análisis y estudios, con sus conclusiones y teorías, la limpia experiencia de escucharla, la emocionada sencillez de su vitalidad. Es la voz del pueblo, ahí, acá, por todas partes. Estamos creyendo en algo, confiamos en algo, esperamos con sinceridad algo, por encima de todos los problemas naturales de la evolución histórica.

A quien nos diga que todo será igual, les responderemos que jamás habrá un día igual a otro día. Para bien o para mal. Y en este caso, es para bien. Hay la mano firme del empresario tendida a la mano amiga de quien gobierna, la mirada sencilla del trabajador contemplando un camino de lucha y esfuerzo, pero también de esperanza y de ideas. La sonrisa de la mujer junto a la ilusión del niño, la energía del joven al lado de la experiencia del hombre maduro.

Oyendo la voz del pueblo, hallando una fórmula para vivir en paz, buscando un desfiladero menos peligroso, explorando en esta selva de posibilidades, hasta decir: Aquí, ésta es la ruta, éste es el acuerdo, ésta es la palabra amiga, la solución lógica y sin aspavientos. La vida debe ser así, natural, fresca, dinámica y llena de empuje creador.

Es la voz del pueblo la que oímos. Cierto que todos tenemos problemas, pero también cierto que todos podemos aportar soluciones. No es con el grito exasperado, ni con la agresión vacía, ni a base de enfrentamientos como el hombre halla lo suyo. Es solamente con buena voluntad, con deseo de entendernos, con gana de caminar hacia una meta de paz y progreso como podremos salir de la encrucijada de la economía, de la inflación, de la pobreza y de la confusión.

Todo lo angustioso queda atrás. Solo existen las posibilidades de ser mejores, de vivir y sobrevivir a base de trabajo y esperanza. Y que la voz del pueblo nos acompañe, para escucharla, para entenderla, para realizar dentro de lo posible, sus auténtica aspiraciones: Paz y trabajo, comprensión y felicidad cotidiana.



Caprichos y Ocurrencias

No solamente en nuestros días hay locuras, en la historia,encontramos muchas, muchas cosas que se antojan fuera de este mundo... loco y desorbitado. Por ejemplo:

El doctor Carlos Francisco Félix, al operar de una fistula al Rey Luis Catorce, recibió en 1689 el equivalente de siete millones de dólares por la operación y un título de nobleza a perpetuidad... El pintor Edgar Degas, autor de famosos cuadros que representan a la naturaleza, era alérgico a las flores. Verlas u olerlas, le producía nauseas durante días enteros...

El obispo Alonso Tostado, monje del convento de Avila, en España, escribió un libro cada semana durante 35 años. Un total de 1,820 libros. Ninguno de ellos se lee en la actualidad.

El músico italiano Gioachino Rossini, famoso por óperas tan bellas como El Barbero de Sevilla, tenía que comer durante los últimos años de su vida en mesas especiales. Debido a su enorme estómago, no podía acercarse a una mesa normal, había que hacerle un enorme agujero o cortadura.

La herencia más enorme dejada por alguien hasta la fecha, fue la del Rey Ptolomeo, de Egipto. Ascendía a 88 billones de dólares actuales. Sus herederos lógicamente, se mataron unos a otros tratando de obtenerla.

Lord Byron, famosos poeta inglés,fue severamente castigado por la iglesia de su tiempo. Bebía vino en una copa hecha de una calavera humana. Nunca se arrepintió de esa extraña costumbre... Aristos, un músico griego en el año 309 después de Cristo, tocaba la flauta en el templo de Júpiter. Mandó desnudar y azotar a cuatro discípulos que encontró comiendo dentro del templo del Dios Griego... Juan Nepomuceno, un muchacho ayudante del español Pánfilo de Narváez, causó la muerte de ¡tres millones de indios! Trajo a la Nueva España la fiebre tifoidea, en el año 1520...

Los estudiosos del lenguaje han encontrado una respuesta increíble a la pregunta  de Poncio Pilatos, hecha a Cristo. En latín Pilatos preguntó: "¿Qui est veritas?" "¿Qué es la verdad?" "Es el hombre que está frente a ti..." Ni una letra más, ni una letra menos...

Este loco, loco mundo, no sólo tiene sus caprichos el día de hoy, los ha tenido desde hace siglos. Y son caprichos, ocurrencias y sucedidos que nos dan la clave del asombro... y de la filosofía...








sábado, 13 de octubre de 2012

Gente Avispa y Gente Abeja


Hay en el reino animal, inacabables ejemplos de ingenio y de hábitos insospechados. Entre todos los animales, hay unos, los insectos, que forman el ochenta por ciento de los animales vivos. Y son los insectos los que a veces consideramos como  seres indefensos o inútiles.

Meditemos:

La abeja es símbolo de trabajo y fecundidad. Su tarea de recoger miel no sólo es legendaria, sino indispensable para la multiplicación de las plantas. Al tomar una gota de miel, acarrea en su cuerpo los elementos de fecundación entre las flores, fecundación que tendrá resultados espléndidos: Nuevos frutos, nuevas semillas, nuevas plantas.

Hay otro insecto común, pero completamente inútil y hasta nocivo: La mosca. Su terquedad por encontrar cosas descompuestas, es sistemática y acarrea en vez de trabajo, polen fecundizante, microbios destructores.


Y entre ellos dos, recordemos a la avispa. Si la abeja es símbolo de trabajo, ¿la avispa de que? Podemos decir que de la soledad constructiva, de la existencia silenciosa y de la agresión relámpago.

Las avispas son seres milenarios, como las abejas, su aspecto es mas temible que útil, su vida más apartada que vistosa, su utilidad más oculta que conocida. Si la abeja es trabajadora y la mariposa es adorno, la avispa es trabajo secreto. Algo así como ermitañas del reino alado de los insectos.

Pero, observándolas, nos damos cuenta de que no son estériles. Sus hábitos son admirables. La construcción de sus avisperos, puede servir de modelo a los mejores ingenieros y arquitectos, Y la previsión por su especie, da idea de su celo por sobrevivir. Inventoras prácticas del cemento, temibles, cuando se les molesta, unidas para el bien o para el mal, las avispas forman comunidades ejemplares.

Hay gente avispa. Gente abeja y gente mosca. Quizá el ejemplo de la avispa sea el ejemplo para los trabajadores del espíritu. Apartados, ocultos. Fieles a la comunidad del alma y terribles cuando se les ataca el derecho a su soledad. Respetemos ese derecho a vivir como se quiere, mientras no se interfiera con la vida de las demás especies fraternales.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La Admiración Gratuita... esos "fans"


En este mundo actual, notamos que hay artistas, actores, deportistas, escritores que desarrollan a su alrededor una fuerza de simpatía que se convierte en admiración ciega por pare de miles de personas. Estos son llamados "Fans", fanáticos, seguidores incondicionales de la estrella que tanto los emociona.

En la televisión, en el teatro, en los conciertos, notamos cuando estos fanáticos hechan a andar su fiebre de admiración con gritos, aplausos, silbidos, patadas y demás accesorios del entusiasmo.

¿Es esto síntoma de una enfermedad? ¿Es acaso una deformación de nuestros tiempos modernos? ¿Significa el grupo de fanáticos un cáncer psicológico sobre las buenas costumbres? ¿Esas niñas y muchachos histéricos serán acaso el basurero de la sociedad, basurero lleno de fantasías inútiles?

¡Cuidado! Cuidado con las afirmaciones apresuradas. Es no sólo injusto sino apresurado lanzar una invectiva o una maldición sobre ese grupo amorfo e inevitable de los fanáticos. ¿No podrán ser esos muchachos, esas señoras y esos señores gentes como usted y yo, pero con una fe extraordinaria en algo que los emociona? El hecho de que desarrollen su actividad alrededor de un ídolo, no les quita mérito. Nosotros, las personas "serias y respetables", también nos agrupamos alrededor de nuestros ídolos religiosos, científicos o políticos y aplaudimos discretamente aunque por dentro estemos a punto de estallar en alaridos, lágrimas, silbidos y hasta patadas de emoción. Lo único que nos detiene son unas cadenas invisibles: Las cadenas de las "buenas costumbres".

¿Que preferiríamos? ¿Que los fanáticos en vez de aplaudir a un cantante se dedicaran a cultivar el ocio en forma negativa? ¿O acaso desearíamos que esas muchachas y muchachos desahogaran su energía juvenil arando el campo, pintando paredes o acarreando ladrillos ¡Qué inocencia la nuestra si pensamos así!

Desde los tiempos primitivos la admiración exagerada se muestra alrededor de un totem, de algo mágico, de algo sobrenatural. Un cantante, un bailarín, un Conferencista, un político, cuando lo son de corazón y en gran escala, despiertan a su alrededor fanáticos irremediables.

Soportemos este fanatismo inocente que lo peor que puede causar es griterío o escándalo momentáneo, unas cuantas sillas rotas o unos arañazos al ídolo del momento. Cuidémonos de los otros fanáticos, de los que llevan el odio como ídolo interno, la sangre como ideal y la venganza como griterío milenario.

¡Y de esos fanáticos, líbranos Señor!






jueves, 16 de agosto de 2012

La Gran Tecnología del Espiritu

Vamos de asombro en asombro. La técnica avanza maravillosamente y cada día nos sorprende con nuevos descubrimientos, con increíbles inventos y con máquinas que no sabemos si son de ciencia ficción o en verdad existen para uso del hombre.

Y a propósito de ello, vuelve a renacer el conflicto tremendo entre los valores del alma y los valores de la simple materia. La pugna lógica entre quienes desean ser completamente espirituales y quienes apoyándose en la ciencia, hacen del espíritu un fantasma pasado de moda.

Pues, ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. Alma y tecnología no se contradicen, sino que se complementan. Porque, ¿podemos imaginarnos a la tecnología nacida del azar, como producto simple de casualidades humanas...? Todo invento tiene su base en la inteligencia y esa inteligencia se apoya en un soplo vital que va más allá de un sistema nervioso o de un cerebro de kilo y medio de peso. Y a eso, le llaman espíritu, alma, psique, soplo divino en esta frágil materia humana.

El peligro dela tecnología es que nos quiera reducir a simples esclavos. Muchos científicos han declarado que el hombre debe ser creador y señor de lo que hace, nunca dependiente y sujeto a lo que inventó. Sería absurdo que en vez de alimentar y controlar las computadoras, fuéramos sus ciegos servidores, sin reflexionar hasta dónde la máquina va a cometer errores provocados por nosotros mismos.

Esta bien que lleguemos a la Luna. Que enviemos como raza humana satélites exploradores hacia el cosmos exteriores. Pero junto a ese despliegue técnico, se impone la otra cara de la moneda: ¿Hay otra tecnología que nos explore la propia Tierra, el propio espacio en que pensamos, sentimos y padecemos nuestra condición humana...?

¿En dónde están los satélites para trasmitir las posibilidades de la verdad...?  ¿Las computadoras para enriquecer la nobleza, ahondar la caridad, extirpar el odio y promover la organización de la alegría, ya se construyeron...?

Triste y desoladora sería la respuesta. La tecnología aún no se ocupa de explorar las posibilidades del psiquismo humano. Y no como curiosidad simple, sino como necesidad urgente... ¿Qué acaso no necesitamos de mayor claridad en el pensamiento y de mayor precisión en el amor...? ¡Ay del mundo que se pierde en los laberintos de la química y la física y olvida el horizonte de lo humano...! Preciso es reflexionar en ello.











jueves, 14 de junio de 2012

Profetas, Soldados, Apóstoles de la Cultura


Sí, los he visto. Ellos son. Hombres y mujeres, muchachas y muchachos enamorados de la cultura. Aman la música, simpatizan con la palabra escrita, casi adoran las emociones auténticas, cuidan sus libros y los hacen leer: Juntan discos, dibujos, fotos, recortes y frases. Coleccionan recuerdos, clasifican ensueños y logran verdaderos catálogos de esperanza. 

Son los profetas, soldados y apóstoles de la cultura verdadera.

Cultura que no es aquella equivocada de los muchos libros o los muchos viajes. Cultura simple como una gota de agua. Cultura que nace del alma como inquietud por lo verdadero, lo hermoso, lo digno, lo justo o lo amoroso trascendente.

Respeto esa cultura que fomenta el respeto. Ese cultivo del corazón que madura en palabras cordiales, en oraciones fecundas, en frases que ayudan a sobrevivir. Respeto esa cultura que debe su luz en el viento, en los atardeceres, en la sonrisa de un niño o en la lealtad de un amigo. Cultura que es la fórmula secreta de la sabiduría en contra de aquella necedad que presumen los doctos, los intoxicados por dar una información libresca que no han sabido dirigir a tiempo.

Bendito el ignorante educado, porque ése podrá ser culto. Desdichado el sabihondo pretencioso, porque de él, es el reino del olvido.

Cultura es cultivo. Y quien atiende un huerto de soledad interior y lo florece en lágrimas o sueños, es digno de caminar eterno. Quien cultiva lo que verdaderamente es, obrero, costurera, carpintero, campesino, quien dice "aquí estoy" con sencillez auténtica, ése, está cultivándose en verdad.

Quien ostenta sus títulos y exhibe con fatuidad su alma, ése falla en su deber humano de cultivar el huerto de su espíritu. Lo llena de flores exóticas y de hierbas a la moda, pero nada más. Se olvida de lo humano del trigo, de lo útil que es una flor. Ese que se complica la razón con demasiadas sin razones, merece su locura.

Seamos como ellos, como esas muchachas y muchachos que buscan su verdad, que dicen su poema, que cantan una canción, inventan un sueño, o crean la ansiedad del amor por dondequiera. Ellos son nuestro ejemplo de cultura sencilla. Ellos, junto con tantos seres que en el silencio de su rutina diaria y fatigosa descubren lo valioso, son los que hacen la cultura.

Cultura que no es de masas, ni de mesas, ni de mozas, ni de misas, ni de musas. Cultura que es, fundamentalmente, calidad humana, simple y sencilla calidad humana que entrega su deseo de encontrar lo eterno.

Profetas, soldados, apóstoles. Jóvenes, viejos mujeres, hombres, niños, todos al fin. ¡Qué batalla tan luminosa se gana, día a día, con su ejemplo de amor a lo que vale! Para ellos, nuestra palabra de apoyo, de aliento, de admiración y respeto.

No, no lucharán en vano. Son los héroes de esta batalla sin fin contra los dinosaurios de la técnica, contra la sombra del odio, contra la fábula triste que pretende subrayar la inutilidad del amor sobre el planeta Tierra.

El Poder de la Infancia

Cuentan que Temístocles, un general ateniense que gobernaba Grecia, llamó un día a su hijo de siete años y le dijo: "Hijo mío, eres el ser más poderoso de la tierra... El niño, ingenuamente preguntó: "Por qué, padre?" A lo que el general respondió, entre pensativo y sonriente:

"Porque yo gobierno al mundo, tu madre me gobierna a mí y tú gobiernas a tu madre".

No deja de tener claridad esa vieja anécdota de hace siglos. Lo que dice un niño es sagrado. Y los padres lo saben. El poder de la infancia es tal, que son innumerables las vidas ofrendadas por salvar la vida de los niños.

El adulto vivió ya, tiene un ciclo vital cumplido o al menos desarrollado en gran parte. El niño, reclama para sí, la posibilidad de ser, la necesidad de ir a través del tiempo, desarrollando su propia manera de existir.

La infancia tiene sobre el adulto un poder mágico. Saber que así fuimos todos, ingenuos y felices, nos hace caer en algo así como el remordimiento y la nostalgia, entre la desesperación y la ternura.

Hay en la infancia una fuerza definitiva que persuade, que inunda y que arrastra. Es la virginal manera de contemplar el mundo. Y ahí estamos los adultos en el dilema de querer ver a los hijos así, inocentes y confiados y por otra parte, tener que hacerles consciente lo que es la realidad, no apta precisamente para ángeles o para pájaros cantores.

El poder de la infancia debe ser aprovechado, nutrido por magias superiores y precisas. Por fuerzas que maduren, orienten y fecunden ese deseo simple de vivir. Somos los responsables ante ellos si no les damos, junto con el calor de padres amorosos, la seguridad de un mundo más digno y suficiente.

El niño es la explosión de la vida. El adulto la vida explotada ya, hecha pedazo en el camino de la experiencia. Juntas unos cuantos pedazos con algo de amor y poder decir a un niño: "Ten, hijo mío, es lo que yo aprendí, ojalá y te sirva para no equivocarte, eso, es humano. Y necesario.

Cultivemos, con respeto, luminosidad y confianza, a la niñez del mundo.

De eso no nos habremos de arrepentir jamás.

lunes, 28 de mayo de 2012

La Multitud Solitaria

Está ahí. Somos parte de ella. La forman hombres y mujeres que viven por vivir, sin más aliento que buscar comida y distraerse un rato. Multitud que se forma insensiblemente, ajena a lo que puede ser un valor supremo en la vida, una manera de descubrir el verdadero rostro del amor, atada a una rutina triste y fría. Es la que no ve más allá de la mecánica simple: Nacer, crecer, reproducirse y morir.

Sociólogos y sicólogos la persiguen para analizarla, para sacarle un contenido, un por qué, un para qué. Y se estrellan con algo extraño: Una niebla de seres humanos, que al intentar atraparlos, se escapan entre los dedos como jirones de sombra. Ellos y ellas viven al margen de lo personal, de lo individual pleno, son... multitud. Y están solos.

En toda ciudad, hay gente triste. Hay personas que no alcanzan a definirse como seres propios, valorados. Y caen, poco a poco, en la ubicación gris y desvaneciente de la multitud solitaria. Y cuando se dan cuenta, ya son algo más en medio de algo que no entienden qué es. Y siguen, angustiados y a solas, ese ritmo de vida que aniquila y deshace toda voluntad. 

Cuidemos de ser alguien que ingrese a la red de incomunicados. De ajenos a los demás. La soledad es saludable, en cuanto permite nuestra evolución íntima, pero si es soledad se acrecienta y se multiplica sin cesar, caeremos fácilmente en las garras del aislamiento crónico, de una soledad ya no benéfica, sino venenosa y al mismo tiempo, inquietante.

Hablar de algo que tenemos en común, vivir conviviendo un hecho amable, decirle al que nos acompaña cosas sencillas, pero auténticas. Eso vence la soledad. Y la fortalece en su verdadero sentido de intimidad sagrada. Leer un libro juntos. Tener un tema de conversación que vibre, como pequeña luz, entre los demás y nosotros mismos. Eso, ya nos identificará, nos apartará de aquello monótono y gris, de aquello solo y desganado. De eso a lo que han dado en llamar multitud solitaria.

La palabra, la idea, la emoción. Todo se debe compartir. Y al repartirse con afecto, se multiplican en su fuerza y en su virtud enaltecedora. Total, la vida es algo como una pequeña moneda, que debe gastarse como la única, pero nunca guardarse como la irrecuperable, ni tirarse como la cosa inútil. Moneda circulante, precisa, necesaria a los demás y a nosotros. 

Símbolo de algo que nos prestaron y que tendremos que regresar, con réditos justos, claros, cotidianos y eternos.

lunes, 2 de abril de 2012

La Probabilidad

La probabilidad es la oportunidad que tenemos para que suceda algo. Es probable que llueva, es probable que nos aumenten el sueldo o también es probable que caigamos enfermos o que perdamos la amistad del prójimo. Lo que puede suceder dentro de la lógica y dentro de la razón, lo llamamos probable.

Los científicos después de largos estudios han estructurado una "Ley de las Probabilidades" para darnos a entender que la probabilidad no obedece al azar, a la casualidad o a la suerte. Obedece a una serie de hechos que nosotros provocamos o que están alrededor nuestro. La probabilidad de que nos saquemos la lotería, depende del hecho de que compremos o no un número. La probabilidad de que nos mojemos o no al salir a la calle depende de si está lloviendo o no y si llevamos paraguas o simplemente salimos a la calle en camiseta. 

La Ley de las Probabilidades no tiene nada que ver con nuestro capricho. Ella explora y busca la probable que sería un hecho en medio de una rutina determinada. Hay un alto promedio de probabilidad de que nos falle el corazón en un momento dado y hay un escaso por ciento de probabilidad de que nos caiga un aerolito en la cabeza. En fin, que la probabilidad no es más que un hecho que se nos aparece de pronto por sorpresa pero que puede alterar positiva o negativamente nuestra vida.

Lo que sí es muy probable es que nosotros realicemos actos que provoquen a nuestro alrededor reacciones y  no debemos de asustarnos de los resultados. Si a nuestro alrededor sembramos comprensión, paciencia y bondad, es probable que recibamos como respuesta lo mismo. Pero si somos agresivos, intolerantes y necios, la probabilidad será que mucha gente estará en contra nuestra. Es muy importante entonces manejar en la vida diaria nuestras propias probabilidades. No dejemos a la casualidad nuestra tranquilidad, no abandonemos aún quién sabe nuestro futuro inmediato. Acostumbrémonos a pensar de acuerdo a nuestra propia ley de probabilidades: Si siembro vientos recojo tempestades. Si siembro una semilla me habrá de florecer un árbol.

A un filósofo chino le preguntaron que cuál sería la frase que encerrara toda la sabiduría del mundo para un ser humano. El hombre aquél después de un instante de silencio respondió: "No hagas a otro lo que no quieras para ti, ni pienses de otro lo que no quieras que piensen de ti." Con sólo meditar y practicar esta sencilla frase nuestra vida puede cambiar y caer dentro de la probabilidad del triunfo y de la paz interior.

lunes, 27 de febrero de 2012

EL DESEO DE VIVIR

Cuanta gente nos dice que la vida hay que vivirla a fondo, sin dejarle un resquicio, agotándola en todo. Y cuanta gente que opina así, equivoca el camino de una vida auténtica, convirtiendo el profundo deseo de vivir en carrera de agotamiento por la vida.

Leemos que en estos tiempos hay que acelerarlo todo. Y enmedio de ese espejismo de velocidad, incluimos la propia vida. Acelerar el placer, el amor, las ilusiones. Todo hay que acelerarlo. ¿Para qué...?  Para precipitar aquello de lo que huimos: La enfermedad, la soledad, la muerte.

Leemos que el consumo de medicinas inútiles es alarmante. La manía de tomar pastillas para todo ya es común. Y junto con ello, la puerta falsa de las drogas, facilita "el acelere". Y nuestro organismo, ya sujeto a la tensión, a las preocupaciones, a la angustia ambiental de un mundo desquiciado, se corroe por dentro y se desmorona gracias al cultivo erróneo de esa ansia de vivir.

Vivir, yo creo, es agotar las posibilidades naturales de la propia sensibilidad. Es ganarse cada día el pan de la palabra y del amor, con el sudor del corazón, pero un corazón limpio y sincero, lleno de la fuerza que da una conciencia en paz con la justicia  y con el prójimo. Si a cada hora de nuestra existencia le sacáramos lo propio, lo auténtico, lo esencial, nuestra ansia de vivir estaría plenamente satisfecha.

Pero hacemos lo contrario. Nos llenamos el alma con semanas de soledad, de vacío espiritual, meses enteros de no renunciar a algo por amor a alguien o a nosotros mismos. Y luego, viene el ansia de compensar todo aquello que es triste y sin sentido, con el "ansia de vivir". Somos como pájaros enmudecidos por el egoísmo y la vanidad, que, al darse cuenta del tiempo perdido, tratan de compensarlo con gritos desgarradores y destemplados.

Cuidado con el ansia de vivir. Démosle su sentido adecuado. Distribuyamos lo propio, lo nuestro, lo valioso, en etapas lógicas. En esta hora, este día. En esta semana, mes o año.

Y así tendremos siempre la conciencia de la plenitud, de la hondura de una existencia en la que no hay angustia, sino sensación de entrega, vida cuya ansia se disuelve para convertirse en fuerza interior indestructible y tranquilizadora.

ESO QUE SOMOS... UN BREVE POLVO QUÍMICO

Si nos quitaran toda el agua de nuestro organismo, toda, sólo quedaría de nosotros un breve polvo químico, que cabría en una cajita de cerillos y que valdría, según los conocedores, no más de tres pesos.

Es el polvo, nuestro principio y nuestro fin. Nuestro poema y nuestra realidad. El nos rodea, nos persigue, nos enamora y nos pervive. En forma imperceptible, se nos acumula encima del cuerpo y del alma, alrededor del recuerdo y junto a toda esperanza posible. Aquella frase de los miércoles de ceniza: "Polvo eres y polvo te convertirás", parece ser no sólo una verdad, sino todo un destino deslumbrante.

No lo vemos y nos devora. No lo sentimos y nos asfixia. No lo atrapamos y nos encierra. Extraña ubicuidad, extraña forma de existencia muda que conduce a una sola palabra: Nada.

Polvo muerte-vida, visible invisibilidad, recordado, olvidado y por qué no, telar maravilloso de la humanidad viviente, en el que se dibuja, a través de los años, la vanidad del poder, de la gloria y de la edad.

Lo cantan los poetas, lo analizan los químicos, lo persiguen los escrupulosos, lo dignifican los sabios, lo provocan los políticos, lo usan los libros como adorno sin fin. Y lo rechazan quienes valen tanto como él.

¡Cuantas veces después de un instante verdadero de pensamiento vivo, quedamos hechos... polvo!

Hermano de la ceniza amenazante, primo del lodo redentor, padre inmemorial de los cementerios adecuados, hijo del propio olvido y amante de las telarañas invencibles, es el rey de la creación. ¡La última palabra que valdrá sobre el planeta tierra!

Los que entienden de amor, lo aman sobre las cartas viejas y amarillas. Los que no saben de envidia, lo santifican sobre sus manos encallecidas. Los que llevan sobre su alma la vanidad y el orgullo, lo temen más que el demonio. Porque les recuerda lo que dura su altanería cotidiana y estúpida.

Polvo hermano, diría San Francisco. Polvo sabio, exclamaría Santo Tomás. Polvo amigo, según afirmó Santa Teresa de Avila, hojeando libros de fresca poesía. Polvo. Camino y fin. Origen y presencia. Realidad que de tan real, no existe para todos. ¡Sólo para quienes recuerdan olvidando!