martes, 18 de diciembre de 2012

Un viejo amigo


Ayer nos encontramos después de 25 años de andar por aquí y por allá. Su adolescencia de aquellos años, ahora es madurez. Mi juventud de entonces ahora es comprensión. En su mano extendida, en su abrazo cordial, un gran afecto. En mi recuerdo fiel, en mi sentimiento de hoy, lo mismo.

Extraña dimensión del tiempo. Rara manera de comprobar que uno es el mismo a pesar de todas las diferencias. Se pasan por alto penas, distracciones, necesidades y esperanzas. Y se regresa a aquello que se vivió de niño, a aquello que yace en el fondo del subconsciente quizá, como manantial inagotable de luz viva, de confianza cierta, de amor ajeno a toda pasión desequilibrante.

Parece que la vida es algo serio, pero si no la vive uno con una buena sonrisa, se convierte en algo trágico. "Estas igual..." "Hombre, casi no has cambiado nada..." Y otras cosas que sabemos piadosamente son mentiras, brotan en la charla.

No estamos igual. No somos los mismo. Es cierto que en el fondo, el efecto es permanente. El contenido es idéntico, pero... el continente, no. Hemos cambiado ya varias veces de células totales, hemos sufrido la conmoción de días y noches perdidas, la miseria de horas muertas, la angustia de minutos cruciales. Y nosotros, vamos aquí, diciéndonos, que estamos igual.

No, amigo mío. Somos en espíritu, la permanencia pura. Pero en espacio y tiempo, no. Hemos cambiado mucho. Se nos ha acumulado lloviznas de soledad, nieblas de olvido, tempestades de amores y amarguras. Y eso, nos ha hecho cambiar esa fachada que conocemos por rostro, esa apariencia que llamamos cuerpo, esa actitud a la que llamamos vida.

Nuestro encuentro despierta la ilusión de no hacerlo, de haber detenido el tiempo, de querer comprobar que todo está igual, y sin embargo...

Las cosas tienen que ser así. Inútil que digamos palabras y palabras. Hemos cambiado todos, porque es el destino de la existencia misma. El cambio es requisito, es ley, es herencia y destino. Lo que sí es admirable es que nuestra permanencia en el afecto, viva aún su momento verdad. Porque si nos vamos desmoronando lenta y armoniosamente, no nos destruiremos espiritualmente igual. Nos deben salvar el amor, la amistad, el afecto sencillo y verdadero.



El Supermercado de la Muerte
Ya hubo hace tiempo, una película italiana que causó un impacto tremendo por lo que relataba sobre los médicos indignos. Esta película "La mafia blanca", expuso al gran público lo que la medicina podría ser, lo que es en muchísimos casos: un desalmado y cruel supermercado de la muerte.

Hay médicos y médicos. Ni duda cabe. Pero ay de nosotros si caemos en las manos de quienes hacen de la profesión una oportunidad para juntar millones, en vez de solucionar problemas. Seremos simples moscas atrapadas en la red pegajosa del interés multiplicado.

Hay otra película reciente, que describe cómo en los hospitales se aprovecha al enfermo para convertirlo en simple conejillo de indias: "Coma..." Película aterradora que nos descorre una vez más la cortina que oculta los intereses bastardos, las intenciones miserables, los proyectos malignos.

Y el médico, como ser humano, pasa una vez más al banquillo de los acusados. Aunque sea una simple novela, resulta desesperante imaginarla como realidad.

Es cierto que el supermercado de la muerte ya tiene sus ofertas y promociones propias. Es cierto que la salud en ocasiones desaparece como objetivo y es sustituida por el fantasma de la riqueza. Y es cierto que muchas cosas que nos costarían centavos en realidad, dentro del campo de los consultorios, de las farmacias y de los hospitales, nos salen costando miles de pesos.

Porque curar ha perdido su sentido original: Cuidar, porque hay médicos que al descubrir una seria enfermedad, hacen cálculos de cuánto puede dejarles el enfermo. Y porque, lamentablemente, somos humanos. Y la tentación de una jugosa operación en vez de un tratamiento adecuado, es demasiado atractiva.

Hay médicos también que hacen de su profesión un diario apostolado de digna admiración. A quien puede, le cobran lo justo. A quien no tiene le dispensan la cuota y hasta le regalan medicinas. Estos médicos ennoblecen su profesión silenciosa y cristianamente. Y siempre a su tiempo se les encuentra y se les reconoce.

Para los otros, que esperamos siempre sean pocos, para los que atienden encantados el gran supermercado de la muerte, nuestro rechazo, nuestra reprobación.

Porque han convertido su juramento de Hipócrates -si es que algún día lo hicieron- en pretexto para transformar miserablemente los microbios en monedas.

Desdichado y maldito el bisturí en vez de abrir una rendija de esperanza  sólo abre, despiadado y consciente, una feliz cuenta bancaria.


La Naturalidad

Nadie le concede crédito de virtud, nadie le ha dado título de disciplina, a nadie se le ha ocurrido hacerla parte de una profesión humana. Diríamos que es como el agua, que debe estar en todas parte, pero solo se nota que existe, cuando falta. Es, amigos nuestros, la naturalidad.

Podemos pensar que es una forma de vivir, de acuerdo a lo acostumbrado por las leyes del cosmos. La naturalidad no encierra otro prodigio que el de acompañarnos en el equilibrio, ayudarnos en la vida diaria y auxiliarnos con su viento de frescura en los momentos de confusión y caos.

Hace siglos, un filósofo chino, Chuang Tsé, escribió esta pequeña fábula: "Qué entiendes (preguntó el espíritu del río) por lo natural y lo artificial...? Los caballos y los bueyes, contestó el espíritu del océano, tiene cuatro patas. Eso es natural. Pon un cabestro sobre la cabeza de un caballo o asa una cuerda por la nariz de un toro, eso es superficial". Por lo tanto se ha dicho: "No dejes que lo artificial se sobreponga a lo natural. No dejes que el deseo se sobreponga a lo natural. No dejes que la virtud se sacrifique a la fama". Observa estos preceptos con naturalidad y sin temor al fraca so, serás guiado ala verdad".

Palabras del sabio Chuang Tsé que transparentan su anhelo de autenticidad.

Porque ser natural es buscar lo que nos pertenece, sin pretensión alguna. Sin agregarnos el ropaje inútil, la palabra que sobra, la joya que distrae o el gesto que provoca desesperación en los demás. ¿Has visto y sentido cómo son el agua, el viento, el sol, el trino de un pájaro, el vuelo de una golondrina...? Son naturales. Ese es el secreto de su inmortalidad.

Lo artificial, lo postizo, lo agregado inútilmente, pasa pronto. Porque pretender ser verdad y son mentira. Hay cosas artificiales necesarias, que nos compensan una falla o un defecto. Esas, es natural que las usemos. Lo que no es natural es que hagamos de lo artificial un completo sistema de vida.

En la idea, en la palabra, en la acción, seamos naturales. Tratemos de serlo al menos, que ya es un principio de sinceridad. El arte es un trabajo estético válido, pero no lo es lo artificial. También hay obras de arte naturales, auténticas, humanamente valederas no artificiales.

Lo que no nos podemos permitir es vivir en el artificio, vivir de lo artificial, porque esconde la verdad, corroe el alma, debilita la mente y nos prepara a ser hombres o mujeres esclavos de la apariencia, madre insaciable de la vanidad y de la pequeñez de espíritu.

Un viejo amigo

Ayer nos encontramos después de 25 años de andar por aquí y por allá. Su adolescencia de aquellos años, ahora es madurez. Mi juventud de entonces ahora es comprensión. En su mano extendida, en su abrazo cordial, un gran afecto. En mi recuerdo fiel, en mi sentimiento de hoy, lo mismo.

Extraña dimensión del tiempo. Rara manera de comprobar que uno es el mismo a pesar de todas las diferencias. Se pasan por alto penas, distracciones, necesidades y esperanzas. Y se regresa a aquello que se vivió de niño, a aquello que yace en el fondo del subconsciente quizá, como manantial inagotable de luz viva, de confianza cierta, de amor ajeno a toda pasión desequilibrante.

Parece que la vida es algo serio, pero si no la vive uno con una buena sonrisa, se convierte en algo trágico. "Estas igual..." "Hombre, casi no has cambiado nada..." Y otras cosas que sabemos piadosamente son mentiras, brotan en la charla.

No estamos igual. No somos los mismo. Es cierto que en el fondo, el efecto es permanente. El contenido es idéntico, pero... el continente, no. Hemos cambiado ya varias veces de células totales, hemos sufrido la conmoción de días y noches perdidas, la miseria de horas muertas, la angustia de minutos cruciales. Y nosotros, vamos aquí, diciéndonos, que estamos igual.

No, amigo mío. Somos en espíritu, la permanencia pura. Pero en espacio y tiempo, no. Hemos cambiado mucho. Se nos ha acumulado lloviznas de soledad, nieblas de olvido, tempestades de amores y amarguras. Y eso, nos ha hecho cambiar esa fachada que conocemos por rostro, esa apariencia que llamamos cuerpo, esa actitud a la que llamamos vida.

Nuestro encuentro despierta la ilusión de no hacerlo, de haber detenido el tiempo, de querer comprobar que todo está igual, y sin embargo...

Las cosas tienen que ser así. Inútil que digamos palabras y palabras. Hemos cambiado todos, porque es el destino de la existencia misma. El cambio es requisito, es ley, es herencia y destino. Lo que sí es admirable es que nuestra permanencia en el afecto, viva aún su momento verdad. Porque si nos vamos desmoronando lenta y armoniosamente, no nos destruiremos espiritualmente igual. Nos deben salvar el amor, la amistad, el afecto sencillo y verdadero.



La Voz del Pueblo
Es incontenible, es esencial, es palpable.Porque la voz del pueblo nace aquí y allá y se une como un torrente incontenible de verdad elemental y primitiva.

Nos tranquiliza escucharla ahora. Nos da gusto comprobar que hay fe en lo que expresa. Firme y clara fe en que el trabajo y nada más que el trabajo, será una solución para la patria y para y para nuestros hogares. Esa misma voz del pueblo que no se aparta de la verdad, afirma su idea de confianza y de honda esperanza en el futuro. 

Todos los sociólogos del mundo no podrían aportar con sus análisis y estudios, con sus conclusiones y teorías, la limpia experiencia de escucharla, la emocionada sencillez de su vitalidad. Es la voz del pueblo, ahí, acá, por todas partes. Estamos creyendo en algo, confiamos en algo, esperamos con sinceridad algo, por encima de todos los problemas naturales de la evolución histórica.

A quien nos diga que todo será igual, les responderemos que jamás habrá un día igual a otro día. Para bien o para mal. Y en este caso, es para bien. Hay la mano firme del empresario tendida a la mano amiga de quien gobierna, la mirada sencilla del trabajador contemplando un camino de lucha y esfuerzo, pero también de esperanza y de ideas. La sonrisa de la mujer junto a la ilusión del niño, la energía del joven al lado de la experiencia del hombre maduro.

Oyendo la voz del pueblo, hallando una fórmula para vivir en paz, buscando un desfiladero menos peligroso, explorando en esta selva de posibilidades, hasta decir: Aquí, ésta es la ruta, éste es el acuerdo, ésta es la palabra amiga, la solución lógica y sin aspavientos. La vida debe ser así, natural, fresca, dinámica y llena de empuje creador.

Es la voz del pueblo la que oímos. Cierto que todos tenemos problemas, pero también cierto que todos podemos aportar soluciones. No es con el grito exasperado, ni con la agresión vacía, ni a base de enfrentamientos como el hombre halla lo suyo. Es solamente con buena voluntad, con deseo de entendernos, con gana de caminar hacia una meta de paz y progreso como podremos salir de la encrucijada de la economía, de la inflación, de la pobreza y de la confusión.

Todo lo angustioso queda atrás. Solo existen las posibilidades de ser mejores, de vivir y sobrevivir a base de trabajo y esperanza. Y que la voz del pueblo nos acompañe, para escucharla, para entenderla, para realizar dentro de lo posible, sus auténtica aspiraciones: Paz y trabajo, comprensión y felicidad cotidiana.



Caprichos y Ocurrencias

No solamente en nuestros días hay locuras, en la historia,encontramos muchas, muchas cosas que se antojan fuera de este mundo... loco y desorbitado. Por ejemplo:

El doctor Carlos Francisco Félix, al operar de una fistula al Rey Luis Catorce, recibió en 1689 el equivalente de siete millones de dólares por la operación y un título de nobleza a perpetuidad... El pintor Edgar Degas, autor de famosos cuadros que representan a la naturaleza, era alérgico a las flores. Verlas u olerlas, le producía nauseas durante días enteros...

El obispo Alonso Tostado, monje del convento de Avila, en España, escribió un libro cada semana durante 35 años. Un total de 1,820 libros. Ninguno de ellos se lee en la actualidad.

El músico italiano Gioachino Rossini, famoso por óperas tan bellas como El Barbero de Sevilla, tenía que comer durante los últimos años de su vida en mesas especiales. Debido a su enorme estómago, no podía acercarse a una mesa normal, había que hacerle un enorme agujero o cortadura.

La herencia más enorme dejada por alguien hasta la fecha, fue la del Rey Ptolomeo, de Egipto. Ascendía a 88 billones de dólares actuales. Sus herederos lógicamente, se mataron unos a otros tratando de obtenerla.

Lord Byron, famosos poeta inglés,fue severamente castigado por la iglesia de su tiempo. Bebía vino en una copa hecha de una calavera humana. Nunca se arrepintió de esa extraña costumbre... Aristos, un músico griego en el año 309 después de Cristo, tocaba la flauta en el templo de Júpiter. Mandó desnudar y azotar a cuatro discípulos que encontró comiendo dentro del templo del Dios Griego... Juan Nepomuceno, un muchacho ayudante del español Pánfilo de Narváez, causó la muerte de ¡tres millones de indios! Trajo a la Nueva España la fiebre tifoidea, en el año 1520...

Los estudiosos del lenguaje han encontrado una respuesta increíble a la pregunta  de Poncio Pilatos, hecha a Cristo. En latín Pilatos preguntó: "¿Qui est veritas?" "¿Qué es la verdad?" "Es el hombre que está frente a ti..." Ni una letra más, ni una letra menos...

Este loco, loco mundo, no sólo tiene sus caprichos el día de hoy, los ha tenido desde hace siglos. Y son caprichos, ocurrencias y sucedidos que nos dan la clave del asombro... y de la filosofía...








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